- ¿Y ahora qué hacemos? –Preguntó Mukeika sin poder disimular su preocupación por el brazo recién escayolado de Micky.
- ¿Sabes Muke? Ahora que está tan cerca el final de nuestro camino por los países árabes, siento pena y casi hasta una temprana nostalgia, ¡con las ganas que tenía hace unos días de cambiar de cultura! No me entiendo…
- Micky, la doctora te dijo que reposaras el codo al menos una semana pero tú… siempre con tus historias… tu mirada hablaba a kilómetros, de nuevos pueblos, colores y gentes, al final, te inmovilizó el brazo
–Mukeika es interrumpida por los pensamientos en alto de Micky.
- Fue tan hermoso cruzar el desierto… escuchar las sinfonías inmerso en su acústico vacío. Ese silencio solamente roto por el ruido de los motores de los coches y camiones; bueno, tú tampoco paraste de hablar en los seis días que duró la travesía de 675 km entre Muscat (Omán) y Dubai (UAE) –Micky se sonríe al tiempo que vuelve a perderse en las imágenes llegadas de sus recuerdos.
- ¿Y cómo vamos a ir hasta el aeropuerto? ¿Has comprado ya el billete de avión? No me gusta viajar en avión Petit. ¿Y si me pierden alguna de mis bolsas? Es demasiado rápido ¿a qué velocidad viajan los aviones? Llegaremos a la India en no más de cinco horas, ¡no estoy preparada para el cambio! Seguro que mi alma tarda varios días en llegar, siempre ha sido tan lenta…
- Muke, mi imagen de la India es un tren en desplazamiento, movido mágicamente por la música de la flauta (bansoori), del shitar y de la tabla india; dejando un rastro de humo de su lento pasar…
- Para mí eso es muy rápido mi Príncipe. A mí me gusta que las personas me saluden a mi paso, mirándome pensativas y curiosas por dónde vendremos, hacia dónde vamos…
- El desierto de Emiratos fue todo un lujo ¿no? Es la carretera más verde por la que hemos pasado en todo el viaje y sus puntos de descanso… ¡verdaderos hoteles gratuitos para los ciclistas! Tuvimos sombra prácticamente en sus 160 km, vimos granjas de camellos, conocimos a amables personas cada vez que paramos a reposar y las mezquitas, siempre tenían agua fría para beber y un lugar donde lavarnos. En Omán era muy diferente: largas distancias sin nada, ni sombra siquiera; dormíamos sobre la arena del predesierto buscando la brisa de la noche, conciliadora amiga del sueño; cocinábamos cavando un agujero en la tierra o con la trangia, qué ricas las cremas de espárragos y qué bien sentaron a nuestro estómago vacío de ramadán.
- Petit, pero hemos conocido a muy pocas personas de Omán y de Emiratos ¿no? Casi todos fueron de origen indio, pakistaní, filipino y algunos hermanos de Egipto. ¡Ah! Y el simpático somalí de la estación de servicio.
- Sí, Negrita, sí. Personas que se separaron de sus familias y amistades, que salieron de su país con la esperanza de una vida mejor para sus hijos a costa de interminables jornadas de trabajo. Los verdaderos constructores de estos países.
- A mí me impresionó la llegada a Dubai con sus rascacielos y sus interminables carreteras en obras; sus nuevos barrios-ciudades y su lujo por doquier. Te acuerdas Petit, que creímos que no lo contaríamos por lo difícil y peligroso que fue la entrada a esta ciudad.
- No me lo recuerdes Negrita, no me lo recuerdes y para colmo de todo, el codo me dolía horrores. Los dos últimos días estuvieron marcados por el dolor del codo, de las manos, el hombro, las rozadoras… ¡230 km inolvidables!
Por cierto Muke, ¿te apetece pasar unos días en alguna playa de la India? Como no puedo montar en bici por la escayola del brazo, pienso que no es mala idea, ¿no? Además nos encontraremos con el Juanele que está por allí pasando sus vacaciones. Ya sabes lo que me dijo la doctora: reposo o, “no hagas el animalito”.
- ¿A la playa? –Pregunta soñadora Mukeika- ¿Con comida y bebida a todas horas? Micky, prométeme que te pondrás crema protectora solar y que beberás mucha agua cuando estemos en la playa ¿Y a qué sitio me vas a llevar? ¿Me lo dices Petit? Yo quiero pescaito frito y una servesita ¿Hay en la India? Qué me gusta el mar, siento tu energía agua, gracias, la necesito. ¡A la playa!
martes, septiembre 23, 2008
Y ahora, ¿qué hacemos?
sábado, septiembre 20, 2008
Desde el Islam Visa Oro
Mukeika está en el parking de un gran centro comercial en Al-Ayn, Emiratos Árabes Unidos (EAU), en el que aprovecho el aire acondicionado y su conexión a Internet.
Recién llegados, después de varios días de desierto, el resumen más rápido que puedo hacer es: mi codo sigue en su sitio y duele, por lo que monto con un brazo y pico, también me duelen muchas más cosas jejeje Mukeika está llenísima de vida, no para de hablar la jodia ;) Las máximas que hemos tenido han sido 45ºC pero con la crema protectora que me compré cuando llegué a Barcelona hace una pila de días, ningún problema -sigo sin llegar a la cubrir toda mi espalda- La Luna Llena en el desierto es increíble, llena de luz, que no deja dormir a pierna suelta debido a su luminosidad. El hambre se medio mató gracias a un salchichón que me regalaron en Sana'a y a la cocina portátil. Datos curiosos: jamás me quedé sin tabaco, el desierto da para pensar y mucho más, un día conseguí pedalear a las 6:30 am el resto de días... no comment; Omán casi no tiene omaníes, su población es de: India, Bangladesh, Pakistan o Filipinas ¡impresionante!
Ahora empieza el desierto de dunas. En dos días, llegaré a Dubai
viernes, septiembre 12, 2008
El codo
- ¡Ay! ¡Me duele mucho Muke! No puedo mover el brazo, el codo, está tan hinchado.
- Petit, vamos al hospital a que te lo miren. No seas tan Tauro y vayamos a ver un doctor.
- Muke, cómo quieres que vayamos si tienes una rueda pinchada y yo no puedo ni abrir una botella de agua, ¿eh?
- Tranquilo fierecilla, tranquilo. Pensemos… primero ¿qué hacemos aquí en este cibercafé?
- No encontraba hielo, todo está cerrado por el Ramadán y esto es lo más frío que he encontrado para mi codo.
- Mira que eres tonto algunas veces Petit. Anda, vamos al hotel y allí preguntamos dónde conseguir hielo.
Cerca del hotel había un mercado donde consiguieron hielo picado, el mismo con el que conservan el pescado. Las siguientes horas en la habitación estuvieron llenas de dolor y miedo por la idea de no poder cruzar en bici la montaña verde y el desierto que separan la capital de Omán, Muscat, y Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos. Esta es la última oportunidad de Micky de pedalear en el desierto arábigo antes de saltar a la India.
- ¿Qué hay para comer Micky?
- Macarrones con salsa de tomate concentrada y atún
- ¡Otra vez! Joo…
Cocinar en la habitación del hotel se convirtió en una aventura repleta de risas y dolor.
- Muke, no puedo abrir las latas de atún y de tomate, es imposible con una mano ¿Qué hacemos?
- A mí déjame tranquila que tengo una rueda pinchada y no me quejo.
- ¡Ay, ay, ay! –Gritó Micky rompiendo el silencio del mediodía- ¡¿Qué pasa Petit?! –Asustada preguntó Mukeika.
- Joé, que me he quemado con el agua hirviendo. –Mira que eres bobo Petit, me habías asustado- ¡Ay, ay! –Volvió a gritar Micky –¡¿Qué?! ¿Qué pasa ahora Petit? –Me duele Mukeika, me duele mucho…
Al terminar de comer y ante el intento infructuoso de dormir un poco, Micky se dirige al gran supermercado Lulú.
- Muke, me voy a comprar un antiinflamatorio al super. Vuelvo en un ratito. –Micky, Micky… piensa con claridad de nuevo, su codo ya no le molesta, se drogó con Nolotil- Se dijo Mukeika para sus adentros mientras le despedía con una sonrisa.
Micky caminó hasta el supermercado, no supo cómo parar un autobús, recordando los momentos de dolor después de la caída con la bici:
“Todos los coches estaban parados, un accidente, un coche destrozado unos metros más adelante. Esquivo un coche, subo a la acera,- ¡oh, mierda!- Me caigo al suelo, no consigo sacar el pie del rastral –¡Vaya ostia más tonta! Vamos Muke ¿estás bien?- Camino dos pasos y todo empieza a iluminarse –¡Qué bonitos colores!- Mi visión se llena de miles de puntitos luminosos, lo que veo es un firmamento repleto de estrellas. El dolor me hace reaccionar y diviso una sombra protectora ante los 40º C del día, me llego hasta allí y me desmayo despierto. Me pongo en movimiento al cuarto de hora, no puedo usar mi brazo izquierdo… pues con el derecho solamente. ¡Ostia qué dolor!”
Micky , a su vuelta del supermercado, regresa al hotel guardando sus últimas energías para saludar a Mukeika.
- ¡Hola Negrita! -¡Petit! Mi Príncipe, ¿conseguiste los antiinflamatorios?
- Sí los conseguí –Respondió sonriente Micky, apunto del desmayo causado por el dolor- Pero… ¿qué es eso que traes en esa bolsa? –Preguntó Mukeika- ¿Esto? Un capricho consumista, una ganga que he encontrado en este país del Islam Visa Oro, jejeje.
-¿Puedo continuar yo contando la historia? –Pregunta Mukeika al Narrador ¿eh? Si el Narrador de esta historia soy Yo… Estoy confundido, creo que me voy a dormir con Micky. Está bien Mukeika, porqué no, continúa tú cariño.
- ¡Gracias! ¡Qué ilusión! –Responde Mukeika, la Princesa más feliz y hermosa de todas, Yo, con mis ojazos oscuros y larga melena morena… –¡Mukeika! A la historia- ¡Señor, sí señor! Qué genio el de este Narrador, hoy que ando divagadora, con mi mente volando y volando, sintiéndome libre y soñadora… –¡Mukeika!
Continúo, continúo… Petit, digo Micky, abrió su capricho con sus ojitos brillantes, brillantes como los niños chicos. Lo hizo con mucho trabajo y con continuas caras de dolor, hasta que lo logró. Se compró un mini-portátil, desde hace mucho tiempo que me decía que no podía escribir en su cuaderno por no sé qué razones; este es mi pequeño Príncipe, ya vuelve a soñar.
Con juguete y todo, el dulce Micky, pasó una tarde de perros: se levantaba de la cama a la mesa donde estaba el ordenador, allí se pasaba diez minutos haciendo sólo eso que los informáticos entienden y el resto de los mortales ni pú, para volver a tirarse en la cama muertito, muertito de dolor. Pobre…
Me hablaba de su gran deseo de volver a montar en bicicleta ya que en los últimos meses poco pudo, de rodar estos casi 700 km hasta Dubái, de cruzar el desierto de dunas. Al principio se le ocurrió la idea hacerlo con un solo brazo, después de muchos dolores y antes de caer en depresión, decidió ir a comer algo al restaurante.
Volvió con la panza llena a la habitación donde yo le esperaba. Me volvió a hablar del viaje, esta vez más consciente de que quizá no pudiera hacerlo en bici -¿Y si está roto el codo Muke?- Me repetía sin cesar. Pobre Micky… cariño, ya son las doce de la noche, anda, tómate las pastillas y a jus. Mañana será otro día, duerme mi amor, descansa. Morfeo te espera.
- Buenas noches Muke, ¿sabes? Te quiero hasta las estrellas.
- Y yo hasta los cohetes, buenas noches Petit.
Durmió como un bebé después de invocar a la Energía Sanadora. Pienso que mi Petit está aprendiendo a utilizarla, a buscarla allí donde Ella se encuentra, en el Corazón de la Madre Gea.
Me despertó a las seis de la mañana:
- ¡Muke, Muke! Mira, ¡puedo mover el codo un poquitín, sólo un poquitín y ya no está tan inflamado! Ya no hace falta ir al hospital jejeje
Y se volvió a dormir hasta las diez. Soñando con un desierto, con una brazo o con los dos… Así es Petit, terco como las mulas.
miércoles, septiembre 10, 2008
lunes, septiembre 08, 2008
Bienvenido a Pakistán, oh! digo a Omán
Gracias a la espera de cuatro noches en Sayun (Yemen), los locales dejaron de mirarme "raro" por parecer americano y pasaron a llamarme "español" o "Raúl Gonsales"; mi amigo el "Loco" me reconoció el tercer y el cuarto día y continuamos charlando sinsentidos entre risas y cigarrillos. Gracias a esa larga espera me hice amigo del cocinero de mi restaurante habitual y juntos íbamos a comprar la dosis diaria de cat sin timos.
Gracias a los niños de la calle que no solamíes sino yemeníes, nunca perdieron la sonrisa de la cara.
Mukeika seguía pinchando y pinchando cada diez minutos, fue toda una odisea llegar a la estación de autobuses. El trayecto a Salalah, Omán, duró bastante: dos sesiones seguidas de mascar cat -para mi sorpresa-, una avería del motor del bus en mitad del desierto, de las dos a las cuatro y media de la noche; gracias a la cual, volví a encontrar mis estrellas. Llegar a la frontera al amanecer, justo a la hora de romper el ayuno: otras muchas horas más sin comer... Cambio de bus, ah! que no, que yo me quedo y los animalitos siguen hasta Emiratos en este otro bus. Mukeika!! otra vez pinchá!? Joder!! ¿qué tienes Princesa?
Llego a Salalah sin dormir, sin comer, deshidratado y de resaca "mujatir". Arreglo a Mukeika, diez minutos y la vuelvo a arreglar, me voy a Internet y la vuelvo a arreglar. Imposible montar en bici así ¿será la llanta? la cubierta no que la he revisado mil veces, la cámara es nueva aunque ya tenga ocho parches. Directo a Muscat, a la capital a buscar una tienda de bicis y a tramitar el visado de la India.
Todo lo que me encuentro son paquistaníes: el de la estación de autobuses, el que me ayudó a reparar la segunda vez la rueda, todos los del autobús, el restaurante donde paramos a cenar... por favor ¿me equivoqué de país?
El mejor de todos fue uno, paquistaní ¡claro!, que mientras cenábamos me digo orgulloso que estaba en el ejército de Omán. -Pero ¿por qué?- pregunté yo asombrado, -si eres de Pakistán- lo que me respondió, me da vergüenza transcribirlo pero como información, no estaba nacionalizado como omaní.
Llegamos a Muscat al amanecer, a la hora del rezo, después del tiempo de comer. Ya van dos días casi sin dormir y lo de comer... poco, poco. Reparo a Muke, me enciendo el cigarrillo, sssssssssssssh. Te esperaba pinchazo. Una vez más, esta vez me fumo el cigarrillo antes de... de qué. Los fieles salen de la mezquita y pasan en manada delante de mí, retiran la mirada cuando les miro. -No te iba a pedir ayuda, tranquilo majo- me digo para mis adentros.
Ya no puedo más, busco un taxi y que me lleve a un hotel. ¡Vaya! tengo que esperar casi tres horas para que se vacíe la habitación barata: -no pasa nada, paso a ese salón de atrás y vuelvo a reparar a Muke- Una, dos, tres... cambio las cubiertas de rueda, cambio de cámara, forro la llanta con cinta aislante, me fumo otro cigarrillo para no quedarme dormido, me llaman para la habitación, consigo bajar un rial más el precio... Bajo al salón y Mukeika me espera ¡con las dos ruedas llenitas de aire!
Felices de bicicletear de nuevo, bajo 36ºC, recorremos 20km hasta llegar a la Embajada de India donde me dicen que tengo que esperar mínimo hasta el sábado para la visa. Tienen que comprobar no sé qué con la embajada de India en Madrid. Dá igual, ahora estamos juntos otra vez, Mukeika y yo :) decididos a llegar hasta Dubai en bici desde Muscat.
sábado, septiembre 06, 2008
miércoles, septiembre 03, 2008
Fotografías en la retina
Hambriento y sediento me dirijo a la calle de restaurantes en la ciudad de Sayun. Camino tranquilo, sin prisas, esperando a que el imán anuncie el momento de romper el ayuno. La ciudad permanece cerrada, en las tiendas sentados en círculo, con la comida en los platos y los vasos llenos, se agrupan los hombres. Seguimos esperando...
Restaurantes con decenas de mesas en la calle, repletas de dátiles, sopa, arroz, pasta; zumo de limón, agua, té y café. Esperamos... seis de la tarde, seis y cinco, habló el imán. Bismilah. Empezamos con los dátiles para preparar el estómago.
Poco a poco las caras recobran la expresión. Comemos todos juntos, pocos hablan mientras comen, a mí no me hablan.
Rápidamente se vacían las mesas, los fieles van a la mezquita a rezar. Me quedo sentado, espero a ver la escena que se repite día tras día desde que llegué a esta ciudad: los hombres se levantan, las mesas se quedan vacías. Ya vienen los niños, son somalíes seguro, viven en la calle con otras familias. Se acercan a las mesas con la velocidad de un estómago vacío, se apresuran a poner las sobras en las omnipresentes bolsas de plástico del mundo árabe. Su mirada... la inocencia de la infancia perdida que expresa sin palabras algo que todavía no entienden.
Cinco deditos, un puñado de comida a la boca y otro a la bolsa. La hermanita pequeña alegre con un pequeña bolsa llena de pasta y sopa de arroz, sonríe a su hermano pequeño: ahora, es el turno de comida de la familia.
Sigo sentado en la mesa, yo me quedo con el "loco" como algunos se apresuran a indicarme. El sí me habla pero nos entendemos poco. Sonreímos cuando es demasiado evidente que no sabemos de qué está hablando el otro. Él es mi amigo aunque de ayer a hoy no se acuerde de mí. Tiene un corazón puro, su mirada me lo dice. También sus ojos miran igual que los de los niños de la calle: expresan incomprensión.
A todos vosotros y vosotras, luceros de la calle: Ramadán Karim.