"Úsalo sólo en caso de emergencia, nada más". Estas fueron las palabras que el misterioso Hombre de Salem me dijo al darme su número de móvil en nuestro único encuentro. Fue en Túnez capital, después de charlar largo y tenido sobre su país, Libia. No me entregó a Urim y Turim, me dio su número, algo habitual en este siglo.
Cruzar la frontera de Libia no fue cosa fácil. Seis horas esperé pacientemente en tierra de nadie, sobre la delgada línea que distingue idiomas, gustos, pensamientos, etc. de los Pueblos en un simple mapa. Veía cruzar a los coches aquello que tanto deseaba franquear hasta que un policía, sorprendido de verme después de tanto tiempo, me preguntó si disponía de algún número de teléfono, de algún contacto en Libia. Abrí mi cuaderno al azar en la página donde una gran exclamación cerraba la palabra:
Emergencia!
El policía llamó a ese número. La Magia entró en escena.
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