Buenos días, buenas tardes, buenas noches:
El 30 de Abril de 2008 dejé atrás la ciudad del Cairo después de pasar allí 19 días. En estos días tramité el visado de Sudán y amplié el visado en Egipto; me dejé llevar por las nuevas amistades, sus experiencias y de esta manera disfruté de unas semanas de amistad y cariño. Celebré mi cumpleaños y nervioso esperé unos días más a mi primera visita: Leila y Amal, que me llenaron de amor y de alegría por encontrarme de nuevo con los míos.
La noche antes de salir, bebí en compañía de mis dos amigos suizos, el regalo traído de España por mis queridas amigas. Tras tres horas de dulce sueño, desperté, hice los últimos preparativos y después de tomar el último té con mis amigos reinicié el viaje en bicicleta a las 12 de la mañana.
El Cairo se mostró frenético, lleno de vida, de ruido, coches y gentes por doquier. No fue difícil salir de esta ciudad: una vez en el Nilo, avanzar contracorriente sus aguas. Un hora y cuarto después circulaba por un nuevo mundo, agrícola, con menos ruido; mucho más agradable para los sentidos.
A los 80 km sufrí mi primera avería seria: uno de los tornillos que soporta el transportín estaba segado como por un filo bien afilado, corte impoluto. En seguida apareció la ayuda, Ahmed con todo su buen hacer no pudo sacar lo que quedó de tornillo dentro del cuadro de la bici. Menos mal que cambiando el transportín de agujeros pudimos apañar el problema.
Me invitaron a cenar en una casa, detrás de la cortina que separa el mundo de los hombres y las mujeres. Después buscamos un sitio dónde pudiera dormir: fue en una cafetería al margen de la carretera. Allí conocí a Goma: 15 años con cara de pícaro, sobre todo cuando fumaba. Me recomendaron dar una propina a Goma de 5 pound egipcios (menos de un euro) para que se portara bien esa noche y "no me robara", Goma aceptó el trato con agrado.
Me desperté a las 5:30am y desayuné té y bollos. Media hora más tarde monté sobre Mukeika -faltaban los guantes que olvidé quitar de la bici; no es culpa del amante de lo ajeno sino mía por dejarlos ahí, total, hace semanas que no los uso...- el espectáculo de la Madre Naturaleza comenzó: un horizonte finito por la húmeda neblina del rocio, recortado por la oscura presencia de altas palmeras. Buena temperatura, casi frío para mi cuerpo habituado al calor; y color, muchísimo color, un baño anaranjado en el horizonte, en el reflejo de Mukeika, en mis pupilas, en el alma de este nuevo día que terminaba de nacer.
Rápidamente había recorrido 100 km sin esfuerzo ni síntomas de cansacio, siempre distraido por la visión de los agricultores inmersos en los campos de trigo, de alfalfa..., las mujeres lavando a orillas del río siempre en grupo en animada conversación y alegría. Venían a mí olores de la infancia: el del trigo recién trillado bajo el fuerte Sol, el de la tierra de cultivo pintada de verde-vida y agua, el de los animales de tiro. No rodé con música ninguno de estos dos días, el hilo músical estaba en la ruta: entre los secos trigales movidos por la brisa del Nilo, listos para ser segados; los calurosos saludos de sus gentes y los gritos de los niños.
Un fuerte dolor en mi rodilla derecha produjo que saliera de mi ensimismado estado. Mientras dormía, cambiaron la altura del sillín y no me dí cuenta hasta que fue demasiado tarde. No había hoteles, ya lo sabía, desde el Cairo hasta El Minia -240 km- desde donde escribo. Me ví en una situación difícil ¿qué hacer? si paraba no tenía donde dormir y era pronto para ello a las tres de la tarde, si continuaba hasta El Minia no sabía si conseguiría rodar el total de 180 km. Me decidí por la segunda opción, mi cuerpo no estaba cansado después de 110 km, mi mente bien aunque agitada por el dolor que se producía si intentaba hacer fuerza con la rodilla derecha. Me dejé fluir de tal manera que pareciera que no montaba en bicicleta sino que navegara por el asfalto, sin esfuerzo fluía a 20-25 km/h. Los últimos 55 km fueron menos agradable, paraba cada 10 km para olvidar el agudo dolor y reemprendía el camino.
El atardecer se dejaba sentir, escasa hora y media y 22 km para la meta, el hotel y el descanso. Pero no siempre en la vida las cosas fluyen como nos gustaría... Muke fue atravesada por un clavo en su rueda trasera, en la peor de las dos ya que hay que quitar todas las bolsas para repararla. Caminé unos metros tirando de la bici en búsqueda de un sitio mejor para esta labor. Estaba cabreado, furioso y por "un" segundo desesperado; apareció un hombre subido en su tractor remolcando unos fardos de paja -¿problemas? -me dijo y contesté afirmativamente. Se ofreció a llevarme, me esperaba pero fui incapaz de subir la bici yo solo al remolque, comencé a quitar las bolsas de la bici y cuando volví a mirar, el tractor, cansado de esperar, volvió a iniciar su marcha y con él se llevo mis esperanzas.
No siempre es fácil viajar -vivir-, sólo o acompañado se presentan situaciones que hay que salvar o quedarse mirando el problema sin que nunca venga la solución. Mi manera de ser es de la primera opción: aprovechando que estaban las bolsas fuera, arreglé el pinchazo en compañía de una decena de personas que curiosas me miraban. Uno se curte con el tiempo y aprovecha estas situaciones en las que desesperar es tan fácil, así que envié a un chaval a que me comprara un paquete de cigarrillos, una hermosa mujer me fue a por algo de beber y finalmente, unos niños me sirvieron de "pata de cabra" mientras cargaba la bici.
¡Vale Daniel! menos de una hora para el atardecer y 22 km, además hay que buscar un hotel. Con la mente y el corazón tranquilo rodé y alcanzé al tractor, amorosamente saludé a su conductor y le dejé atrás. No era momento de ser negativo, entonces mejor ser positivo.
Aún con luz llegué a El Minia. Mi rodilla se resentía más y me resultaba mucho más difícil pedalear aquí entre el tráfico y la gente que continuamente me forzaban a parar y a pedalear desde la no-inercia de la marcha. Después de varios hoteles, encontré uno que se situaba dentro de mi presupuesto. Subí las escaleras con dificultad, las bajé más fácilmente para ir a cenar y en la recepción me hicieron firmar un papelito que rezaba algo así como que yo era responsable de mí mismo si me ocurría algo por ir sin policia por las calles. Con humor para bromear le dije al policia que estaría encantado de su compañía durante mi estancia en su ciudad, ante su pálida expresión, decidí firmar el papelito mientras le regalaba mi sonrisa más pícara.
Esta mañana mi rodilla está mejor pero no lista quizá para mañana como había pensado. ¿Qué pasará? Os lo contaré en otra ocación, cuando me decida entre las múltiples soluciones que rondan por mi mente.
Día: 104 - 3506 km - El Minia (Egipto)
viernes, mayo 02, 2008
Otro Egipto
Etiquetas:
ciclonómadas,
Egipto
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