lunes, mayo 19, 2008

Sudán

Sudán, la sartén de África

Podría contaros que salí a toda prisa de Egipto y que días antes rodé sin tener muchos problemas con la policía; que me aventuré a visitar uno de esos pueblos tan "peligrosos" y allí me encontré con agricultores y niños cuya mirada y sonrisa no daba más miedo que el precioso atardecer que viví navegando el lago Nasser dirección Sudán... podría entretener al Tiempo mismo relatando historias, cuentos y encuentros que darían para mil y tres noches... podría pero Egipto terminó cuando desde el barco avisté el templo de Abu Simbel bañado por los colores del amanecer.

Pisé tierra sudaní junto a mi nuevo amigo Osmán - hombre de negocios sudaní- y supe al instante lo que es un clima hostil y como son sus gentes: amables, no hay más palabras. El ambiente que se respiraba en la zona de control portuario, en la parte de inmigración y objetos que declarar fue algo más que estar en casa. La policía misma me dió de beber, invitó a comer y me regaló cuatro paquetes de tabaco.

Pasé los días con Osmán en Wadi Halfa esperando a que llegara su mercancia. Esperar es clave en Sudan pero no es fácil, no lo es cuando a una hora de atardecer todavía hay 42ºC y la Madre Tierra llora lágrimas de vapor de agua creando lagos de espejismos.

Esperando cambié nuevamente los zapatos a Mukeika y muy a su pesar la puse las cubiertas de tierra. Esperando traté de dar una vuelta bajo el ardiente Sol con el cuerpo sin alegría Mukeika, carente de espíritu empieza a tener problemas y pierde vida; espero poder arreglar la rotura en el transportín trasero en Khartoum, capital de Sudán.

Decidimos salir de ese pueblo e ilegalmente nos aventuramos en un tren de carga que nos cruzara el desierto de Nubia. Todavía avistábamos las luces de la pequeña Wadi Halfa cuando el tren paró en mitad de la noche, el motivo se debió a las tormentas de arena de los días anteriores, habían cubierto unos cien metros de vía. Salimos del tren y las personas que decidimos quedarnos y continuar esperamos a que los operarios limpiaran el camino, los que fueron vencidos por el miedo de verse atrapados en mitad del desierto por otro problema en las vías se volvieron a pie.

Llegamos de mañana a la ciudad de Abu Hamed y cruzamos más desierto en autobus. La temperatura subía y subía, por dos veces se rebentaron las ruedas del autobus, una fue bajo el padre Sol, sin sombra donde cobijarse, la siguiente hubo más suerte pero no recambio para la rueda. Hubo que esperar a que vinieran con una nueva. De noche, con 40ºC, llegamos cansados y hambrientos a Atbara. Un nuevo día un nuevo autobús, este con aire acondicionado nos trajo a Khartoum.

No sé si será posible montar en bici en este país, tampoco sé con certeza cuál será mi siguiente movimiento pero sí que sé que esto es lo más cercano a los fuegos del infierno donde las llamas abrasan durante el día y de noche vienen los demonios de la mente y el corazón. Quizá sea un punto de inflexión en el viaje, quizá sea el purgatorio a ninguna parte... o seguro que es que en el mes de Mayo, ni se te ocurra venir a Sudán a montar en bicicleta. Unos nuevos amigos surafricanos, me dicen que en moto es también un infierno.

De momento, esperemos a arreglar el problema de Muke

jueves, mayo 08, 2008

Ying Yang

sábado, mayo 03, 2008

Ying Yang

Lo que entiendo por Ying-Yang es: dentro de todo lo bueno hay algo de malo, y
dentro de todo mal, existe algo de bien.

Me voy a dormir pronto: una buena cena, un antiflamatorio, escucho un rato música y cerca de la 1:00am adopto la posición fetal. Como muchas noches, aparece Mr. Hyde; no lo puedo controlar, es más fuerte que yo y no cesa en su empeño asesino hasta que cree eliminar todos los mosquitos de la habitación.

La música de Cheb Mami me despierta a las 6:00am. Una ducha, Mr. Hyde elimina los mosquitos que con la panza llena no logran escapar de sus rápidos movimientos de venganza. Preparo a Mukeika mientras charlo con los policias que guardan el hotel.

Ruedo tranquilo desde las 7:00am siguiendo las vías del tren, subo el puente que me cruza de lado, hago un cambio de sentido y enfilo el Nilo en su contra, ¡ya estoy en la ruta! ahora todo recto hasta que mi rodilla aguante.

El paisaje es precioso hoy también: soy un pincel que dibujando la blanca línea de la carretera, separa los campos verdes de los amarillos, el marrón del azul; a mi espalda me imagino un mundo multicolor. Se me desvía el trazo y el Nilo sesea; huelo la mañana mientras los pajaros trinan al suave fluir de Mukeika.

Aprieta el hambre y paro a desayunar en un puesto callejero un plato de judías machacadas -Fol-. Mi árabe hace sus progresos y los curiosos locales lo agradecen. Me invitan a desayunar. Con una sonrisa me despido.

Nueve... diez de la mañana; cincuenta kilómetros y mis esperanzas se cumplen. La Energía Sanadora invocada en cada respiración, en cada latido del corazón, hace su efecto. Estoy feliz, juguetón dibujo varias curvas, pinto de colores las vestimentas de los agricultores y canto unos cientos de saludos.

Once... me desconcentro y la rodilla empieza a quejarse.. oh oh... mi gozo en un pozo. Nunca llegaré a la ciudad de Luxor en bicicleta. Reduzco la velocidad, hago descansos cada 15 km. El segundo descanso me lo salto, me he emocionado. Kilómetro 17, 18, 19... ¿por qué no paras? ¡mira que casa! ¿qué pasa? oh, no... ¡pinché otra vez! Retrocedo hasta la casa y pienso que debería de haber parado antes. Me encuentro un tornillo clavado en la cubierta de la rueda, atraviesa la cámara, total: dos parches. ¡Qué fuerte! Regalo el tornillo a un tímido niño y una piruleta de colores.

Uf, qué calor. ¿Qué hacemos Muke? Seguimos para delante. Invoco a la Energía Sanadora una vez más; realmente "quiero" hacer este camino en bici. Pinto mis pensamientos de verde esperanza. Ya no me duele la rodilla

Mitad del camino, mitad del día. Yang.

Aparece la policia, me para y por la molestia hago uso de su baño y les pido agua. Cinco kilómetros después otros policias, las mismas preguntas pero nunca me piden el pasaporte; esta vez fumo sus cigarrillos mientras les sorprendo con unas rojas palabras en su lengua. Me dicen que me vaya ya, pues vale.

¿Qué perturba el sonido de los campos? ¿Qué ruido molesta la melodía de los pájaros? No, la policia me sigue en su coche. Bueno, para adelante, ya se cansarán. Cinco, diez kilómetros... desespero por la nueva compañía, los lugareños ya no me saludan por su culpa. No te ralles, ¿qué puedo hacer? Rodar, rodar y rodar; me olvido de ellos. No puedo. Al carajo, aquí mismo me paro. La policia se enoja por mi rápida maniobra, me dicen que deje la bici apoyada en su coche, no que me dejen en paz. Tumbo la bici en el suelo y sin querer, piso el pie del policia de mayor grado. Upss, je je. Al carajo. Pido de beber con dos policias a mi espalda, pido de comer con tres rodeándome. ¡Esto es demasiado! todo el mundo me mira.

Piensa Daniel, piensa... ok, demos la vuelta a la tortilla. Me acerco donde está el jefe y le ofrezco un cigarrillo, me lo rechaza. Le sonrío y se lo pido por favor, le pido perdón por el pisotón. Se ríe. ¡Ya está! Momento Ying. Charlamos todos juntos, les animo a reir. ¡Venga para adelante!

Decido dar a los policias algo que recordar: corro, vuelo, fluyo encima de Mukeika; 20-25-30-35 km/h Me pitan desde atrás y dan ánimos por el altavoz del coche patrulla: "Go, go go Daniel" Ellos también pintan conmigo.

Saludo a mi paso, me saludan, sonríen... vuelvo a ser feliz. Pinto por aquí, por allá; ora naranja ora magenta. ¿Mi rodilla? ahí no pasa nada. Cambio de policias. Puff... otra vez a empezar... venga haz que sean tus compañeros de viaje y no tus guardaespaldas. Papá, hoy no viajo solo jeje. Esta vez les digo que cuando podamos paramos a beber algo y a esperar a que el Sol sea menos peligroso. -Ok, Mister- me contesta el de dos estrellas. Charlamos en una cafetería, fumamos shisha; unos se van a rezar, otros me enseñan la pornografía de su móvil, yo hago sus delicias con lo mismo. Me hago una foto con uno, él saca su pistola y me apunta. Continuamos, cambio de policias. ¡Joder! otra vez.

Me presentan al capitán. No me cae bien, la arrogancia del poder olvida que también es humano. Ya llevo recorridos 110 km a una velocidad media de 30 km/h. Les hago el regalo también a ellos, vuelo. Me paran ¿a qué hotel vas? ¡No hombre no! el capitán no entiende de arte. Le digo que ni idea, que cuando lleguemos buscaremos uno. Me subo enfadado a la bici y tiro. Pues ahora a 20 km/h, no, mejor más lento. Me adelantan, cambio de policias. Puuuuf...

Este habla inglés. Otra vez la misma pregunta, yo la misma respuesta: NO, no subo la bici al coche, viajo en bici. No enfadamos y lanzamos rayos por los ojos. Déjame por favor, sólo quedan cinco kilómetros... nada que hacer. Vale, la bici en el coche pero te esperas a que me fume un cigarro. Se enfada todavía más el nuevo poli. Pues no monto contigo -como los niños chicos que me pongo- y voy detrás con Mukeika y los soldados rasos. Se ríen cuando les digo que el jefe tiene algún problema en la cabeza.

Me llevan a un hotel. No señor, no voy a pagar esa cantidad ingente de dinero. Otro, otro y sigo negándome. Desespera el poli malo, yo me río. Les digo que quiero ir a uno que tenía apuntado. -Ese no es seguro, no tiene policia- pero, qué coño pasa en esta ciudad... Me salgo con la mía y me llevan a un hotel dentro de mi presupuesto. El coche patrulla no arranca, pues vaya mierda de seguridad. Le sigo montado sobre Mukeika jeje

Adios poli malo. No vale la pena ponerse así por las buenas te abría llenado de colores pero por las malas... Paranoya en el hotel, buen precio pero paranoya. Me escanean el pasaporte, lo miran con lupa y luz fluorescente ¿pero que pasa en esta ciudad? Me dicen que nada, que es por mi seguridad. Al carajo. Les sonrío y me voy a duchar.

Mi rodilla: ¿pasaba algo en mi rodilla?
Mañana: ¿volveremos a volar delante de la policia? Me levantaré temprano, mañana jugaremos al ratón y al gato

Total hoy: 133,2 km

Día: 105 - 3640 km - Asyut (Egipto)

viernes, mayo 02, 2008

Otro Egipto

Buenos días, buenas tardes, buenas noches:

El 30 de Abril de 2008 dejé atrás la ciudad del Cairo después de pasar allí 19 días. En estos días tramité el visado de Sudán y amplié el visado en Egipto; me dejé llevar por las nuevas amistades, sus experiencias y de esta manera disfruté de unas semanas de amistad y cariño. Celebré mi cumpleaños y nervioso esperé unos días más a mi primera visita: Leila y Amal, que me llenaron de amor y de alegría por encontrarme de nuevo con los míos.

La noche antes de salir, bebí en compañía de mis dos amigos suizos, el regalo traído de España por mis queridas amigas. Tras tres horas de dulce sueño, desperté, hice los últimos preparativos y después de tomar el último té con mis amigos reinicié el viaje en bicicleta a las 12 de la mañana.

El Cairo se mostró frenético, lleno de vida, de ruido, coches y gentes por doquier. No fue difícil salir de esta ciudad: una vez en el Nilo, avanzar contracorriente sus aguas. Un hora y cuarto después circulaba por un nuevo mundo, agrícola, con menos ruido; mucho más agradable para los sentidos.

A los 80 km sufrí mi primera avería seria: uno de los tornillos que soporta el transportín estaba segado como por un filo bien afilado, corte impoluto. En seguida apareció la ayuda, Ahmed con todo su buen hacer no pudo sacar lo que quedó de tornillo dentro del cuadro de la bici. Menos mal que cambiando el transportín de agujeros pudimos apañar el problema.

Me invitaron a cenar en una casa, detrás de la cortina que separa el mundo de los hombres y las mujeres. Después buscamos un sitio dónde pudiera dormir: fue en una cafetería al margen de la carretera. Allí conocí a Goma: 15 años con cara de pícaro, sobre todo cuando fumaba. Me recomendaron dar una propina a Goma de 5 pound egipcios (menos de un euro) para que se portara bien esa noche y "no me robara", Goma aceptó el trato con agrado.

Me desperté a las 5:30am y desayuné té y bollos. Media hora más tarde monté sobre Mukeika -faltaban los guantes que olvidé quitar de la bici; no es culpa del amante de lo ajeno sino mía por dejarlos ahí, total, hace semanas que no los uso...- el espectáculo de la Madre Naturaleza comenzó: un horizonte finito por la húmeda neblina del rocio, recortado por la oscura presencia de altas palmeras. Buena temperatura, casi frío para mi cuerpo habituado al calor; y color, muchísimo color, un baño anaranjado en el horizonte, en el reflejo de Mukeika, en mis pupilas, en el alma de este nuevo día que terminaba de nacer.

Rápidamente había recorrido 100 km sin esfuerzo ni síntomas de cansacio, siempre distraido por la visión de los agricultores inmersos en los campos de trigo, de alfalfa..., las mujeres lavando a orillas del río siempre en grupo en animada conversación y alegría. Venían a mí olores de la infancia: el del trigo recién trillado bajo el fuerte Sol, el de la tierra de cultivo pintada de verde-vida y agua, el de los animales de tiro. No rodé con música ninguno de estos dos días, el hilo músical estaba en la ruta: entre los secos trigales movidos por la brisa del Nilo, listos para ser segados; los calurosos saludos de sus gentes y los gritos de los niños.

Un fuerte dolor en mi rodilla derecha produjo que saliera de mi ensimismado estado. Mientras dormía, cambiaron la altura del sillín y no me dí cuenta hasta que fue demasiado tarde. No había hoteles, ya lo sabía, desde el Cairo hasta El Minia -240 km- desde donde escribo. Me ví en una situación difícil ¿qué hacer? si paraba no tenía donde dormir y era pronto para ello a las tres de la tarde, si continuaba hasta El Minia no sabía si conseguiría rodar el total de 180 km. Me decidí por la segunda opción, mi cuerpo no estaba cansado después de 110 km, mi mente bien aunque agitada por el dolor que se producía si intentaba hacer fuerza con la rodilla derecha. Me dejé fluir de tal manera que pareciera que no montaba en bicicleta sino que navegara por el asfalto, sin esfuerzo fluía a 20-25 km/h. Los últimos 55 km fueron menos agradable, paraba cada 10 km para olvidar el agudo dolor y reemprendía el camino.

El atardecer se dejaba sentir, escasa hora y media y 22 km para la meta, el hotel y el descanso. Pero no siempre en la vida las cosas fluyen como nos gustaría... Muke fue atravesada por un clavo en su rueda trasera, en la peor de las dos ya que hay que quitar todas las bolsas para repararla. Caminé unos metros tirando de la bici en búsqueda de un sitio mejor para esta labor. Estaba cabreado, furioso y por "un" segundo desesperado; apareció un hombre subido en su tractor remolcando unos fardos de paja -¿problemas? -me dijo y contesté afirmativamente. Se ofreció a llevarme, me esperaba pero fui incapaz de subir la bici yo solo al remolque, comencé a quitar las bolsas de la bici y cuando volví a mirar, el tractor, cansado de esperar, volvió a iniciar su marcha y con él se llevo mis esperanzas.

No siempre es fácil viajar -vivir-, sólo o acompañado se presentan situaciones que hay que salvar o quedarse mirando el problema sin que nunca venga la solución. Mi manera de ser es de la primera opción: aprovechando que estaban las bolsas fuera, arreglé el pinchazo en compañía de una decena de personas que curiosas me miraban. Uno se curte con el tiempo y aprovecha estas situaciones en las que desesperar es tan fácil, así que envié a un chaval a que me comprara un paquete de cigarrillos, una hermosa mujer me fue a por algo de beber y finalmente, unos niños me sirvieron de "pata de cabra" mientras cargaba la bici.

¡Vale Daniel! menos de una hora para el atardecer y 22 km, además hay que buscar un hotel. Con la mente y el corazón tranquilo rodé y alcanzé al tractor, amorosamente saludé a su conductor y le dejé atrás. No era momento de ser negativo, entonces mejor ser positivo.

Aún con luz llegué a El Minia. Mi rodilla se resentía más y me resultaba mucho más difícil pedalear aquí entre el tráfico y la gente que continuamente me forzaban a parar y a pedalear desde la no-inercia de la marcha. Después de varios hoteles, encontré uno que se situaba dentro de mi presupuesto. Subí las escaleras con dificultad, las bajé más fácilmente para ir a cenar y en la recepción me hicieron firmar un papelito que rezaba algo así como que yo era responsable de mí mismo si me ocurría algo por ir sin policia por las calles. Con humor para bromear le dije al policia que estaría encantado de su compañía durante mi estancia en su ciudad, ante su pálida expresión, decidí firmar el papelito mientras le regalaba mi sonrisa más pícara.

Esta mañana mi rodilla está mejor pero no lista quizá para mañana como había pensado. ¿Qué pasará? Os lo contaré en otra ocación, cuando me decida entre las múltiples soluciones que rondan por mi mente.

Día: 104 - 3506 km - El Minia (Egipto)

 
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