miércoles, abril 16, 2008

Noche Sufí

Poco sé de lo vivido en la noche de ayer -14 de Abril de 2008- en el barrio islámico de El Cairo, poco más que fue un evento religioso, "Tanta Moulid", la celebración en memoria del nacimiento de Ahmed el-Bedaw, un santo sufí local del siglo 13 o de una mujer cuyo nombre e historia desconozco.

Para subsanar la poca información de la que dispongo os brindo con lo que mis ojos vieron, mis oídos escucharon y lo que mi corazón sintió:


¿Cómo es posible que cante sin parar dos horas y cuarenta minutos? -Pregunté a mi amigo egipcio- Estos “conciertos” normalmente duran dos horas, pero Ahmed Bayoomy es el mejor y lo puede hacer por mucho tiempo más. Cuando entra en trance, su fuente de energía es desconocida. Una gran persona, un gran sufí.

Hombres, mujeres, niños, corazones mezclados; hombro con hombro girando de izquierda a derecha, bailando de derecha a izquierda, rezando sumergidas en trance por las tranquilas aguas del lago que separa lo divino de lo terreno. Movimiento, quietud de la mente, música por doquier.

Bebida y comida gratis para los pobres, personas que habilitan espacios en sus casas, todos somos bienvenidos a comer, a estar mientras se cantan fragmentos del Corán. Se mezclan las dimensiones, se descuidan las tradiciones, al alcance de mis ojos hombres y mujeres comparten un mismo espacio.

Niños alegres con regalos en sus manos pasean por las concurridas calles de la mano de sus padres, montan en las atracciones y endulzan estas horas de celebración con pasteles y té.

La música me aturde, me mareo en el mar de gentes. Los imanes llaman a los fieles a la oración, la noche habla desde los minaretes. Colores, muchos colores, infinitas imágenes en batalla por captar mi atención, colman mis sentidos, los saturan extasiados de sensaciones.

Bombillas rojas, verdes, azules... luz abriendo paso entre las sombras. Color en los turbantes de los hombres, en los pañuelos de las mujeres, en la sonrisa de los niños, en el corazón de los que allí estamos congregados.


Amalgama de olores, tierra humo té sudor madera perfumes el Nilo animales flores...

Ancianos vestidos blanco, de luminosa y cariñosa mirada, sentados de piernas cruzadas recobran la juventud al reclamo de la música. Se levantan, danzan por el camino del pentagrama musical con movimientos ligeros que poco a poco incrementan la velocidad de su ir y venir, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. Embelesado por la gracilidad de sus movimientos no soy consciente del movimiento de mi cuerpo; perdido el control de la mente, el cuerpo retorna a su trono de poder, de consciencia natural.

Baila, siente, consiente perder la razón y trascender más allá de los sentidos, permite que tu cuerpo se manifieste mediante el milenario lenguaje de la danza.


Estados mentales de pasión, de embriaguez religiosa. Cabezas de serpientes son introducidas en las bocas de los fieles, pinchos que atraviesan la carne sin rastro de sangre. Miradas fuera de este mundo, también cercanas, cuando el rápido y mágico cambio de las facciones se convierte en néctar de sonrisas y de calurosa bienvenida.

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